jueves, 9 de octubre de 2008

Rogelio Guedea: Oficio Leer

En abril de 2008, la Secretaría de Cultura de Colima y Aldus Poesía, editaron el libro Oficio:Leer, de Rogelio Guedea. Oficio Leer es un texto peculiar al que podríamos considerar una agenda de lectura, una novela sobre los hábitos de lectura, un diario de un lector empecinado en hacer que los demás lean, las notas de un escritor sobre sus lecturas, en fin: una mezcla que deriva en una lista de consejos, apreciaciones y paradigmas sobre el acto placentero de leer. De ese texto, Colima Lee, entrega a los ciberlectores un fragmento:

"El hombre empezó a prestar los libros de su biblioteca privada. Prestó las obras completas de Borges, los cuentos de Carlos Fuentes, las novelas de Hemingway, las crónicas de Bryce Echenique, la poesía completa de Luis Cernuda. No se dio cuenta, hasta el final, que por cada libro que prestaba perdía una parte de su cuerpo. Así, cuando su biblioteca quedó vacía, el traje negro que el hombre llevaba puesto cayó de un plumazo al suelo frío, desconsolado por haber perdido los hombros, la espalda y las piernas que sostenían su pobre humanidad hecha palabras".

Más de Oficio Leer, de Rogelio Guedea.

martes, 7 de octubre de 2008

LEER_EN_LA_RED: Ríos de Tinta

La Editorial Ríos de Tinta ha echado a andar la colección "Para comprender la lectura", ello supone la aparición de volúmenes en los que se otorgarán al potencial lector y difusor de la lectura ciertas herramientas teóricas para entender ese fenómeno en la actualidad -época posmoderna de dragones digitales y espartas caricaturizadas- y algunas propuestas metodológicas para llevar a cabo talleres y recomendaciones entre niños, jóvenes y adultos que se acercan a las letras. En Colima Lee, entregamos a nuestros ciberlectores dos fragmentos del libro Prácticas Letradas Contemporáneas, de Daniel Cassany, para su disfrute y reflexión:

LEER_EN_LA_RED
A menudo se suele comparar una biblioteca de libros con Internet. Pero es una equivalencia falsa. En efecto en Internet está Wikipedia (la enciclopedia libre más grande del mundo, que también es una de las más consultadas), muchos libros y documentos diversos e incluso bibliotecas impresionantes. Pero la red también es un supermercado, una tienda de música, un videoclub, un consultorio médico, una central telefónica, una sexshop… y mucho más.

En la red podemos consultar datos veraces de muchas investigaciones serias, periódicos con las noticias más recientes, mapas detallados de cualquier parte del mundo, referencias de hoteles y museos, etcétera. Pero también están allí las instrucciones para fabricar una bomba, propaganda de sectas, panfletos que defienden que el sida es un castigo divino o que no existió el genocidio judío en la Segunda Guerra Mundial. Internet mezcla mentiras con verdades. Al no haber filtros ni censuras, cualquiera puede crear una web con sus ideas. Por eso es tan interesante como peligroso. Internet reproduce lo mejor y lo peor de todos nosotros.

Denominamos literacidad informacional a esta capacidad de identificar nuestras necesidades informativas, buscar y localizar en la red las respuestas y poder evaluarlas con éxito. El listado de habilidades que incorpora es impresionante: saber usar los motores de búsqueda, navegar por la red, conocer los diferentes géneros electrónicos, escribir en el teclado, manejar el ratón, identificar los diferentes íconos, conocer las webs más relevantes, etcétera. Se trata de un nuevo peldaño que debemos añadir a los componentes de la literacidad.

LEER_EN_LA_RED/EJEMPLOS
En una ocasión, estaba consultando mi correo electrónico en un cibercafé en Oruro (Bolivia), en el descanso de un Congreso en 2006. A las 5 de la tarde, la sala se llenó de escolares uniformados que jugaban en la computadora, chateaban y atendían a su correo. A mi lado, dos chicas de 10 u 11 años, serias y en silencio, teclearon “tuberculosos” en Google y empezaron a leer con atención las primeras webs de la lista de resultados que ofreció el buscador. Comentaron en voz baja algunos datos: “mira, mira, dice que está relacionada con el VIH”. No era una tarea escolar, era algo personal.

Martí (2008) analiza el diálogo de tres chicos de 13 ó 14 años que deben resolver la tarea de elegir una web para un amigo. El tema es los efectos que causa la marihuana en el cuerpo humano y las webs elegidas fueron: a) una del gobierno autónomo catalán (Guía de Salud para jóvenes, de la Generalitat de Catalunya), con prosa fácil y dibujos; b) otra de los farmacólogos españoles (tododrogas.net), muy técnica y con fórmulas químicas; y c) una web desconocida (ideasrapidas.org), que relaciona sospechosamente las drogas con la dignidad humana, la libertad o la religión. Los chicos descartaron en seguida la científica por ser muy técnica y desconfiaron de la oficial, por lo que se quedaron con la tercera. Sólo la intervención de la investigadora al final, destacando estos “enlaces” particulares, les hizo darse cuenta de que detrás de aquella web podía haber propósitos oscuros.

Hoy en día, los chicos buscan en Internet lo que necesitan. Allí está todo, creen. Quizá no todo… pero sí buena parte de lo que les interesa: música, películas, sexo, drogas, etcétera. Pero ¿saben leer en Internet?, ¿saben distinguir las mentiras de las verdades? La escasa investigación existente sugiere que no: leen en Internet sin capacidad crítica, sin distinguir grados de veracidad o motivaciones de los autores. Se sienten atraídos por las webs con más colorido, las que tienen poca letra, las que incluyen música o pequeños programas y juegos en línea. Asumen ¡ingenuos! que es todo cierto y que todo tiene buena intención, como en una biblioteca de papel.